El libro impreso está confrontado a los algoritmos y su supervivencia podría estar en duda. En Doubles vies (Dobles vidas, también distribuida en varios países bajo el título de Non Fiction), el director francés Olivier Assayas explora con agudeza y humor las tensiones que atraviesan el mundo editorial contemporáneo.
Por Pierre Dumas
Seis años después de su estreno en 2019, el planteo de la película francesa Doubles vies es más actual que nunca. En el medio pasó la pandemia y llegó la inteligencia artificial generativa, pero las incógnitas que plantea la tecnología para el futuro del libro siguen intactas. Lo interesante, quizá, sería ver ahora una secuela donde los personajes se encuentren frente a frente con los dilemas de ChatGPT.
El filme plantea un debate tan intelectual como emocional: el conflicto entre lo analógico y lo digital, entre el legado literario y las nuevas formas de consumo cultural.
Desde la primera escena, Doubles vies plantea la pregunta central: ¿sigue teniendo sentido editar libros impresos en un mundo que se consume por pantallas? Alain (Guillaume Canet), editor tradicional, se enfrenta a una encrucijada: su prestigiosa pero deficitaria editorial está por ser absorbida por un gigante de las telecomunicaciones. Mientras tanto, Laure (Christa Théret), su joven amante y jefa de transición digital, insiste: “Los tweets son los nuevos haikus”. En paralelo al mundo editorial, las escenas principales protagonizadas por Juliette Binoche, Guillaume Canet y Vincent Macaigne se pueden ver como una radiografía de las contradicciones del siglo XXI.
Una sátira de la industria editorial y un dilema sobre la autoficción
Léonard (Vincent Macaigne) representa el arquetipo del escritor que se niega a adaptarse. Representa al creador apegado al papel. Sus novelas, claramente inspiradas en su vida personal, se leen más por escándalo que por calidad literaria. Sin embargo, se resiste a entrar en la lógica de la viralidad. “Mis libros no están hechos para leerse en una pantalla.” dice, en un momento de honestidad ingenua.
Pero Léonard, además, plantea otra cuestión que interesa en el mundo editorial y literario atravesado por la era de la no ficción y la autoficción: ¿hasta qué punto tiene derecho un escritor a utilizar, de manera más o menos transparente, las vidas ajenas como materia de construcción literaria? La pregunta, desde ya, ataca las bases mismas de la literatura: al fin y al cabo, es vieja la máxima según la cual todo gran escritor termina peleado con su familia (generalmente, la primera fuente a mano para la creación de mundos imaginarios). Pero cuando las redes y el debate público toman la palabra, cuando los personajes ya no son reconocibles solamente para un pequeño puñado de allegados, y cuando la exposición de la vida privada supera los límites de una novela para convertirse en objeto público, el interrogante adquiere otro cariz. Léonard, efectivamente, utilizó la figura de su exmujer para una de sus exitosas novelas. Y el caso no deja de ser anticipatorio: en 2020, el novelista y cronista francés Emmanuel Carrère se vio en medio de una polémica con su esposa, Hélène Devynck, que lo acusó de no haber respetado el contrato escrito según el cual “no podía utilizarla” en su obra. Incluso después de haber obtenido, antes de la publicación, que varios pasajes fueran retirados de la versión final del libro.
Assayas muestra con ironía la ansiedad que genera el avance del ebook, los blogs literarios, los podcasts y las redes sociales, haciendo intervenir en los dialogos y en las escenas distintos personajes desde varios sectores del mundillo intelectual.
La película subraya también cómo las editoriales buscan desesperadamente adaptarse: nuevas métricas de éxito, algoritmos que predicen ventas, lectores que opinan más en foros que en reseñas. Pero lo hacen desde un lugar que aún valora las cenas elegantes, las casas con bibliotecas y los manuscritos en papel. Ese contraste es el corazón del filme.
¿Leer en papel o en pantalla? ¿Ser fiel o no? Assayas responde con una puesta en escena sutil y un guion cargado de diálogos que recuerdan al cine de Rohmer, aunque con una carga crítica más explícita.
¿Fin de una era o transformación inevitable?
Selena (Juliette Binoche), actriz y esposa del editor, encarna otra forma de esta tensión. Famosa por ser la principal protagonista de una serie televisiva policial de mucho éxito, se siente agotada por la lógica de la inmediatez y la dependencia de las audiencias.
“Hoy no vivimos, somos adictos,” lanza, resignada. Y sin embargo, ella también participa de los nuevos lenguajes y estructuras, cuestionando el límite entre lo “alto” y lo “popular”.
Assayas y su mirada crítica sobre la cultura digital
Doubles vies no ofrece soluciones ni toma partido. Tampoco nos deja en claro si el cineasta prefiere el papel o la pantalla; pero sí es un retrato lúcido de cómo el mundo del libro se repliega, se adapta o se resiste. En este juego de dobles caras —vida profesional y privada, impreso y digital, autenticidad y autopromoción—, el cineasta cuestiona si es posible conservar el alma de la literatura en un entorno dominado por los datos.
Quizás el mayor acierto del film sea mostrar que, más allá del soporte, lo que está en juego es la forma en que leemos, pensamos y nos relacionamos con la cultura.
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