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Un sueño de Luis Oyarzún

Constitución, 13 de enero

Despertar con algazaras de gansos en la ventana, bajo un cielo nublado de costa. Mauricio trabaja toda la mañana reparando su velero, en la orilla de la isla.

Un sueño erótico de ciencia ficción. Hay en la pared un mapa que permite elegir entre varias posibilidades de amor, entre varios caminos. Se aprieta un botón y de pronto se materializa una persona. Siento en la penumbra de la sala el contacto de un cuerpo desnudo que me abraza, en actitud de posesión y de entrega. Su cuerpo está desprovisto de vellos. Las axilas parecen afeitadas, lo que me sugiere que este ser llega de Ultratumba: es un ánima que vuelve del Purgatorio- ¿o del Infierno?, o del cielo- a revivir entre mis brazos. Es un ser real, tan real, tan real como yo mismo. Me pregunto: ¿de dónde viene? ¿Será en verdad un joven difunto? ¿O habrá sido creado sólo por mi deseo que opera en la máquina en complicidad con el éter? ¿Vivirá sólo estos instantes de efusión conmigo? ¿Podré retenerlo? ¿Podrá volver? ¿O vendrán siempre otros distintos, cada vez que apriete el botón conmutador?

Y, si no existió él ya antes, ¿existirá quién sabe después? ¿En este mundo? Lo único menos incierto es que ahora estamos juntos. Toco su cuerpo depilado e incitante. Una onda fosfórica nos une, pero hay una insignificante ruptura en la cáscara de huevo de mi sueño, y yo sé, yo sé que ni siquiera este abrazo es real y que entre este huésped enlazado a mí y yo mismo, hay una sima infranqueable: yo estoy soñando y él también sueña, es un sueño. Yo sueño. Yo, sueño.

(Luis Oyarzún. Diario íntimo. Universidad de Chile)


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