El jueves 18 de diciembre, en Palermo, editorial Duino presentó la traducción al español de la antología de poemas El país de la primavera triste, del poeta japonés Wakayama Bokusui. El encuentro reunió a lectores, escritores, traductores, editores y músicos alrededor de una figura central de la poesía japonesa moderna, fallecida en 1928.
Por Florencia Agrasar
Ariel Pérez Guzmán, responsable del proyecto editorial y de las versiones poéticas en español, fue el encargado de introducir al público en la obra y la vida de Bokusui. La traducción estuvo a cargo de Kamiya Mamoru y la edición, al cuidado de Alejandra Kamiya.
“Presentar hoy, en Buenos Aires, un libro de un poeta japonés fallecido en la década del veinte —dijo Pérez Guzmán— y que haya tanta gente reunida alrededor de la poesía, da cierta esperanza de que el mundo seguirá viviendo de alguna forma cerca de ella”.
Wakayama Bokusui: el poeta viajero
La presentación propuso un acercamiento coral a la obra de Bokusui: lecturas bilingües y anotadas, realizadas a tres voces, que permitieron escuchar los poemas en japonés y en español, acompañados de comentarios y contextualizaciones.
Wakayama Bokusui nació en 1885 y murió joven, a los 44 años. Es recordado como el poeta viajero y también como el poeta del sake. Recorrió Japón incansablemente y escribió casi exclusivamente en la forma del tanka. Aún hoy, en muchos de los lugares que atravesó con sus sandalias de paja, pueden encontrarse monumentos de piedra con sus poemas grabados.

Un epílogo inesperado: Atahualpa Yupanqui
La edición argentina tiene una particularidad notable: incluye un epílogo de Atahualpa Yupanqui.
Durante sus viajes a Japón, el músico y poeta argentino escribió una serie de crónicas para la revista Hablar del Folklore. En una de ellas reconstruyó la vida de Bokusui a partir de relatos escuchados durante su estadía.
Yupanqui no hablaba japonés —ni se sabe en qué lengua le contaron esas historias—, pero con escasa información y apenas algunos poemas, logró captar con precisión el núcleo del poeta. De esa lectura sensible nació una semblanza breve y conmovedora.
Pérez Guzmán compartió un fragmento del final de ese texto, que dio pie a la intervención musical de Julián Solarz en teclado:
“Cuando la muerte lo fue a buscar, acababa de cumplir 44 años.
Además de un gran recuerdo dejó sus poemas, que los amigos reunieron en un volumen con el título de su región, Senbonmatsubara.
Todos los años, al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, van a la choza de Bokusui los poetas, los pintores y los aldeanos.
Allí encienden el fogón, arrojan hierbas aromáticas, dicen poemas y cantan alguna canción…”.
El viaje como forma de vida
La antología se abre con un prólogo de Kamiya Mamoru, escrito originalmente en japonés y traducido al español, que enlaza la figura de Bokusui con una tradición más antigua: la del poeta caminante.
El texto comienza citando a Matsuo Bashō y su célebre diario de viaje Sendas de Oku, evocando la imagen del viajero con pocas pertenencias: papel, pincel, arroz, té, agua, un sombrero y sandalias de paja.
Mientras dura el viaje —hasta la muerte—, el poeta escribe lo que ve y lo que siente, dos dimensiones inseparables.
En uno de sus diarios, Bokusui escribió:
“Tengo la costumbre de sentir una misteriosa devoción por aquellas cosas que pueden llamarse acuáticas, cercanas a los ríos…”.
El agua, el movimiento y el paisaje aparecen así como núcleos persistentes de su poesía.
Traducir poesía: una tarea imposible
Alejandra Kamiya reflexionó sobre el trabajo de traducción poética y lo definió como una empresa necesariamente fallida, pero profundamente reveladora. Citó a Anne Carson, quien compara la traducción de poesía con asomarse al borde de una palabra y atisbar, al otro lado, la palabra a la que se quiere llegar, separadas por un abismo imposible de cruzar.
“En ese lugar —dijo— se aprende mucho sobre uno mismo y sobre la condición humana. Acometer tareas imposibles me parece una de las cosas más hermosas que podemos hacer en la vida”.
El proceso: escuchar antes que traducir
Ariel Pérez Guzmán compartió el método de trabajo que dio origen a este y a otros libros del catálogo japonés de Duino.
En los comienzos, los encuentros no buscaban producir poemas en español, sino escuchar: escuchar a Mamoru leer, explicar, narrar, desplegar asociaciones culturales y recuerdos personales a partir de cada texto.
“La poesía estaba en todo lo que no podíamos decir —señaló—, en las elecciones posibles que surgían a partir de un kanji o de una anécdota de infancia. Mucho de eso terminó en las notas, por eso estos libros tienen notas tan eclécticas”.
Naturalismo y silencio
Kamiya Mamoru leyó fragmentos de su prólogo en japonés, traducidos en el momento. Evocó su infancia en los paisajes que recorrió Bokusui, con la presencia constante del monte Fuji, y reflexionó sobre la idea de Bokusui como “poeta naturalista”.
Más que una corriente estética, el naturalismo apareció definido como una forma de amor a la naturaleza, arraigada en el budismo y en la tradición japonesa, muy distinta del humanismo racional de Occidente.
“La naturaleza sagrada permanece en silencio —afirma—.
Evita sacar conclusiones. Se retira en silencio”.
El tiempo del caminante
La lectura de los poemas permitió escuchar esa poética del viaje y de la lentitud:
Cuántos montes,
cuántos ríos
tendré que atravesar
hasta llegar al país aquel
donde termina la tristeza;
hoy sigo mi viaje.
En otro tanka, Bokusui parece contraponer el tiempo pausado del caminante con el ritmo apresurado de la ciudad, donde las campanas anuncian la noche antes de que el sol termine de hundirse en el horizonte.
Música y cierre
La presentación cerró con la música de Atahualpa Yupanqui, interpretada en teclado por Julián Solarz, y por la voz de Silvia Iriondo.
Poesía, traducción y música se entrelazaron así en un homenaje que tendió un puente delicado y persistente entre Japón y el Río de la Plata.





Deja un comentario