Una nueva tendencia de viajes culturales que se viene afianzando marcará 2026 combinando la literatura con nuevas experiencias.
Viajar para leer. Leer para viajar. En 2026, esa relación íntima entre literatura y desplazamiento deja de ser una metáfora para transformarse en una tendencia cultural concreta dentro del turismo internacional. Los llamados readaways —escapadas centradas en la lectura— aparecen como una de las corrientes más significativas del próximo año, no por su espectacularidad, sino por su profundidad simbólica.
El fenómeno fue identificado en el informe anual Unpack ’26: Trends in Travel, publicado por Expedia Group, que analiza los cambios de comportamiento de los viajeros a nivel global. Entre múltiples predicciones, los viajes asociados a los libros destacan como una forma de turismo cultural silenciosa, introspectiva y profundamente contemporánea.
Leer como forma de habitar el mundo
A diferencia de otros formatos turísticos, los readaways no proponen acumular experiencias, sino habitar el tiempo. Son viajes donde el eje no es el desplazamiento ni la agenda, sino el acto de leer: largas horas con un libro, conversaciones pausadas, relecturas, silencios compartidos.
Según datos de Vrbo, el 91% de los viajeros manifiesta interés en escapadas dedicadas a la lectura, la relajación y el tiempo de calidad. No se trata de un nicho marginal, sino de una señal cultural potente: después de años de estímulos constantes, muchos lectores buscan volver a una forma lenta y profunda de atención.
La lectura deja de ser un pasatiempo que acompaña el viaje para convertirse en el motivo mismo del viaje.

De la literatura al territorio
El auge de los readaways también redefine el vínculo entre literatura y geografía. Cada vez más viajeros eligen destinos inspirados por libros, autores o atmósferas narrativas: pueblos asociados a novelas, casas rurales que invitan a la introspección, ciudades recorridas desde sus librerías y bibliotecas.
Este movimiento dialoga con lo que desde hace décadas se conoce como turismo literario, pero con una diferencia clave: aquí no se trata solo de visitar los lugares de un autor, sino de crear las condiciones para leer, para que el texto vuelva a ocupar un lugar central en la experiencia cotidiana.
La tendencia se refleja incluso en los criterios de búsqueda: Skyscanner informó que las reservas de alojamientos utilizando el filtro library crecieron 70% interanual a nivel global. El viajero lector busca bibliotecas, rincones silenciosos, espacios pensados para el recogimiento.
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Leer como acto cultural y político
Desde el mundo editorial, la lectura es entendida también como una forma de conexión cultural profunda. Rebecca Sinclair, directora de marca de Penguin Books UK, lo sintetiza con claridad: “Los libros abren el mundo, nos acercan a nuevas culturas y perspectivas. Leer y viajar están intrínsecamente ligados”.
No es casual que esta tendencia emerja en un contexto de saturación digital. Los readaways proponen una resistencia cultural suave: menos pantallas, menos velocidad, más concentración. Leer en viaje se convierte así en un gesto de recuperación del tiempo propio y del pensamiento prolongado.
Book clubs, retiros y comunidades lectoras
Otra dimensión clave del fenómeno es su carácter colectivo. Las búsquedas de book club retreat ideas crecieron 265%, lo que indica que no solo se viaja para leer en soledad, sino también para leer con otros, compartir interpretaciones y construir comunidad a partir de los libros.
Estos encuentros —a medio camino entre retiro, club de lectura y experiencia cultural— recuperan una tradición antigua: la lectura como acto social, como conversación, como forma de pensamiento compartido.
Una tendencia que redefine el viaje cultural
Lejos de ser una moda pasajera, los readaways condensan varias transformaciones profundas: el auge del slow travel, la búsqueda de bienestar mental, el regreso a prácticas culturales no mediatizadas y la necesidad de experiencias con sentido.
En 2026, viajar para leer no será una excentricidad, sino una forma legítima y cada vez más extendida de turismo cultural. Porque, al final, los libros siempre fueron una manera de viajar. Ahora, también son el motivo para hacerlo.
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