Andrea Camilleri es Sicilia. Una lista declinada en más de cien libros, bajo la forma de novelas, ensayos, colecciones de relatos, misceláneas. Una isla descrita con un color y un sabor personal, entre la ficción y la reconstrucción histórica, entre la actualidad y el minucioso trabajo de archivo. Entre sus muchos personajes, sus muchas historias, sobresale la infinita popularidad del comisario Montalbano en la imaginaria Vigàta, reconstruida literariamente sobre Porto Empedocle, la ciudad natal del escritor. Un Montalbano acompañado por una galería de personajes inefables e inolvidables: en pocas palabras, le debemos muchas horas de lecturas felices, palabras deliciosas que nos permitieron recuperar, a tantos descendientes de italianos del sur en el mundo, el sabor del dialecto siciliano o calabrés que hablaban nuestros padres.
Lo despedimos con un pequeño homenaje: un texto inédito en castellano con el que comienza el largo libro-entrevista La linea della palma. Saverio Lodato fa raccontare Andrea Camilleri, editado por Rizzoli en 2002. Se trata de un largo relato centrado en la vida del escritor, narrada por él mismo, que invita al lector a entrar en un mundo de otros tiempos. Reflexiones sobre política, preguntas sobre los difíciles tiempos en que vivimos, conocimiento de la historia: Camilleri no deja aquí tema sin tocar. Los invitamos a empezar…
Saverio Lodato: Rodeado por esposa, tres hijos y cuatro nietos, Andrea Camilleri me pareció un amasijo de bondad -como se hubiera dicho en otros tiempos-, un tranquilizador Maigret que, con su pipa y una jarra de cerveza, se inclina sobre las situaciones de la vida, sobre las razones de los otros, por muy buenos, menos buenos, insignificantes, víctimas, protagonistas, testigos ocasionales o canallas que puedan ser.
Se termina por volverse inexorablemente altruistas cuando uno se pasa la vida razonando sobre los asuntos de los otros otros. Me di cuenta entonces de que, en una ocasión semejante, el entrevistador debía dar un paso atrás: a alguien como él había que dejarlo hablar. Hacerle poquísimas preguntas. ¿Comenzando por dónde? Obviamente por Sicilia, por los sicilianos. Y por Leonardo Sciascia, que inició el razonamiento sobre la línea de la palmera que del sur subía lentamente hacia el norte, poco a poco, sobre una hojita de versos hace cuarenta años.
Andrea Camilleri: Quisiera empezar esta discusión nuestra desde lejos. Una vez, Leonardo Sciascia afirmó en una curiosa poesía, La palma va a Nord (la palmera va hacia el norte), que los estudiosos de las plantas se habían dado cuenta de que la palmera, el árbol de la palmera, subía cada año quinientos metros hacia el norte. Los últimos dos versos de aquella poesía me quedaron muy grabados: “Probablemente, entre saltos y pausas, el promedio de la marcha es más rápido…”. Debo decir que la cosa también es bastante plausible dados todos los cambios climáticos, que en los últimos tiempos se hicieron más evidentes. Sin duda, si uno lo lleva al extremo, la visión de una palmera sobre una banquisa polar, como fenómeno botánico es más bien perturbadora. Pero probablemente, como metáfora, lo es bastante menos. En sustancia la palmera es la metáfora de aquella que es -según lo que yo puedo interpretar del pensamiento de Sciascia- una cierta mentalidad paramafiosa que está invadiendo no solo Italia, sino toda Europa. Atención: no propiamente mafiosa en sí misma. Y es un modo de pensar bastante más difícil de combatir que la propia mafia. Lo vemos, por ejemplo, en países que nos parecían de algún modo inmunes e incorruptibles y que en cambio, con el tiempo, demostraron tener en su interior amplias franjas de corrupción. Naturalmente, todo esto salió a la luz solo después de Mani Pulite. Esto fue, a mi juicio, una especie de tapón que saltó. Y esta tapa hizo saltar otras botellas que se creía que habían envejecido bien, con buen calidad. Un ejemplo por todos: Helmut Kohl, en Alemania (…). La doble moral que hace decir: “Sí yo robé para el partido, pero no robé para mí” es un sistema de pensamiento muy meridional. No digo siciliano, sino muy meridional, meridional-europeo, me animaría a decir, pero que se está extendiendo hacia el norte.
Doy un paso hacia atrás. Una vez leí un asombroso artículo de un periodista siciliano, Telesio Interlandi, uno de los inventores del racismo italiano durante el período fascista. Dos años antes de publicar Contra Judaeos en medio de los años Treinta -ese libelo que luego Guido Piovene reseñó desencadenando la matanza- Interlandi había escrito en el Lunario Siciliano, una curiosa revista siciliana agrícola-literaria dirigida por Francesco Lanza y Nino Savarese, que tal vez era necesario dar vuelta el mapa. En sustancia no estaba dicho que la civilización tuviera por fuerza que venir del norte, porque Italia sí estaba apoyada como raíz hacia el norte, pero sus ramas, sus frutos, se extendían hacia el Mediterráneo, hacia Africa. Y aquellas ramas, aquellos frutos, eran para él la verdadera señal de la civilización. Se ve que esto no funcionó si luego cambió de idea, convirtiéndose en un intransigente defensor de la raza.
También es cierto que ahora, esas hojas de palma, están realmente subiendo hacia el norte, pero no se trata de una civilización. Es algo peor. Sciascia eligió entonces a la palmera para su metáfora, precisamente por su característica de mudarse… Vea, yo tengo una casa en Toscana, a novecientos metros de altura… Mi tío me regaló almendros y yo los planté. Resistieron, lograron crecer. Pero en la primera helada fuerte se fueron. Imagínese si una palmera puede resistir ese tipo de clima. Por lo tanto, quiero decir, como emblema metafórico está muy bien elegido: esta palmera que es africana, es tropical,es importada a Sicilia y en Sicilia prospera… La palmera no es siciliana… y sin embargo en Palermo está el Hôtel Des Palmes, uno de los más antiguos hoteles de la ciudad. La palmera, tal vez, encontró su territorio ideal de decoración, de embellecimiento, de gusto, precisamente en Sicilia. (…) ¿Por qué precisé que no solo de mafia quería hablar Sciascia cuando indicaba que la “línea de la palmera estaba subiendo hacia el norte? Porque creo que la palmera, para él, representaba la ambigüedad de las relaciones… Pero aquí no quisiera hablar exclusivamente de Sicilia. Todo el Meridione fue, un poco por doquier, considerado inferior respecto del norte productivo de las industrias: parasitario, lugar ideal para los que gozan la sombra de una palmera en lugar de ir a la fábrica a las seis de la mañana. Los mexicanos, casi por definición, non travaglianu, duermen siempre bajo la sombra del sombrero… Así es, nuestro sombrero sería la palmera. Pero también es cierto que bajo la palmera piensas, razonas. Y dado que debes sobrevivir, sobrevives con compromisos, astucias, relaciones ambiguas.
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