En plena era del libro electrónico, es casi un acto de rebeldía -además de un magnífico trabajo de investigación- explorar el tema que eligen en Las imprentas nómadas-Artefactos, conspiraciones y propaganda los especialistas italianos Alessandro Corubolo y Maria Gioia Tavoni, dos referentes en materia de bibliofilia y bibliografía.
Ya desde el prólogo Edoardo Barbieri subraya que el libro -editado en castellano por Ampersand, en su colección Scripta Manent- afronta un tema solo en parte relacionado con la investigación sobre la movilidad de los oficios del libro y la imprenta. Lo que interesa a los autores es, en efecto, el caso particular de los sistemas de imprenta transportables o capaces de operar en forma itinerante.
A diferencia del amplio panorama de la impresión dedicada a conocimientos científicos y eruditos, este tipo de imprentas se utilizaron mayormente con fines de celebración y de propaganda, de modo que transmitieron una tipología de mensajes de lo más variada. Pero en conjunto, no hay detalle que escape a los autores: ni quiénes fueron los impulsores de la impresión itinerante, ni el tipo de mecanismos utilizados ni las motivaciones de los impresos.
Todo está acompañado además, en la cuidada edición de Ampersand, con traducción de Nora Sforza, por ilustraciones en blanco y negro que contribuyen a la comprensión de los mecanismos y temas abordados.
El libro acompaña a lo largo de un extenso arco temporal: desde el entorno de Felipe II a la Londres de fines del siglo XVII, desde los aposentos de Luis XV niño hasta los campamentos militares napoleónicos: y en clave más tipológica que cronológica, los autores proponen una exploración de productos heterogéneos, objetivos y protagonistas de la historia variopinto y geográficamente repartido por toda Europa.
Episodios de todo tipo y curiosidades acompañan el desarrollo histórico: como las imágenes que remiten al momento de la procesión organizada en Valencia, en 1663, en homenaje a la Virgen María. Recientemente el papa Alejandro VII había emitido una bula favorable a la doctrina de la Inmaculada Concepción, de modo que en ocasión de la procesión se montaron dos sistemas de imprenta a bordo de carros, que iban imprimiendo material celebrativo y tipográfico para distribuir a los presentes.
Más allá de su utilidad para la propaganda religiosa, las imprentas móviles fueron de gran difusión en las campañas militares: Corubolo y Tavoni se centran en particular en las napoleónicas. El poeta Ugo Foscolo ya recordaba que el estratega corso contaba con una imprenta que “multiplicaba sus gacetillas desde el campo de batalla”.
No fue el único: aunque Gustavo Adolfo IV de Suecia era poco afecto a la prensa y mucho a la censura, en sus maniobras militares se llevaba, como Napoleón, una imprenta móvil.
Más allá del ámbito militar, la impresión móvil tuvo fines de celebración, como se revela en la Londres en el siglo XVIII -cuando se hizo una demostración de los nuevos equipamientos sobre el Támesis helado- y la Nueva York en 1825, así como en las celebraciones alemanas por el cuarto centenario de la creación de la imprenta de tipos móviles. Los autores abordan también la cuestión de las imprentas en movimiento sobre los “nuevos” medios de transporte surgidos a lo largo de los siglos, su utilidad para eludir censuras y allanamientos, y finalmente su papel en las publicaciones antifascistas de las mujeres en la clandestinidad en la patria.
Una conclusión sobre “¿Previsiones utópicas o nuevos desarrollos?”, junto con una bibliografía, cierran un trabajo dedicado a un tema poco frecuente en la historia de la cultura gráfica, pero que revive el día a día desconocido de los pequeños talleres tipográficos en los más variados contextos sociales.
Aquí compartimos algunos párrafos del segundo capítulo de la obra:
Como hemos visto en el prólogo, la prensa que imprime in itinere
es un aspecto central que en este capftulo queremos documentar en
otros escenarios. Con este fin recurriremos a testimonios de ciertos
acontecimientos tales como ferias, fiestas, celebraciones, todas ellas
caracterizadas por importantes particularidades.
Comenzaremos dando la palabra a la España del Siglo de Oro.
Veamos, pues, Io que sucedía cuando se desplazaba un soberano, en este caso Felipe II, quien en la primavera de 1580, durante un viaje a Portugal, se alojó en Badajoz. Quizás el más útil entre sus acompañantes fue el tipógrafo español Alonso Gómez, que a lo largo del camino, parece, supo poner en funcionamiento herramientas del oficio, al dedicarse a desarrollar el material necesario para celebrar al monarca y ayudar a construir un aura de excelsa realeza para asombro del pueblo. Imaginarse una pequeña localidad de frontera sacudida por la llegada de un soberano, que dispone también de prensas para producir impresos dedicados a los festejos y alabar al gran protagonista, significa llegar a una realidad en la cual la imprenta desarrolla un rol fundamental. Significa asistir a un éxito garantizado, tanto por el uso de los materiales que saldrán de la platina de la prensa de Gómez, como también por las maravillas de las máquinas que trabajan y viajan junto con el cortejo. Pero la duda acerca de que en tal ocasión la prensa itinerante del soberano se haya detenido y solo durante esa parada haya producido los materiales que glorificaban al augusto
patrocinador es más que una hipótesis; según creemos, no obstante la fuente lo reivindique, no se trató de una prensa que imprimía in itinere, sino casi seguramente de una imprenta de viaje con todo el equipamiento útil para producir los importantes documentos, alojada en una casa en la que la comitiva se detuvo a lo largo del recorrido.
PRODUCCIÓN PARA EVENTOS RELIGIOSOS
Una fuente literaria nos permite, en cambio, entrar en un escenario diferente. Esta vez vislumbrar de cerca la atmósfera efervescente de una fiesta de gitanos en Valencia, en 1662, durante la cual una procesión avanza en un revuelo de cantos y bailes, y en medio del pueblo de los fieles aparece un carro sobre el que se ha montado una prensa en plena labor. La Virgen María, a quien está dedicada la jornada, no podía ser celebrada de mejor modo. ¿Y qué mayor publicidad que esta, sagrada y profana, donde se muestra en toda su potencia un imbatible arte de comunicación, capaz de producir material de consumo de manera veloz y en movimiento?
El conjunto de grabados de la procesión informa mejor que cualquier otra documentación no solo acerca del estado en el que parece que se realizaba la impresión de los materiales distribuidos al público de los fieles, sino también sobre su magnificencia, sobre la maravilla con la que se desenvuelve la procesión de las Solenes fiestas. Es una respuesta a episodios de gran importancia no solo para la ciudad. En efecto, toda Valencia se encuentra en estado de agitación por un breve -esto es, un documento papal- que había emitido recientemente el papa Alejandro VII acerca de la
Concepción de la Virgen Inmaculada: honor y gloria, pues, para
Marfa y para el papa unidos en la exaltación colectiva. Y honor
también para el cronista Juan Bautista de Valda, atento observador y narrador de los sucesos de valencia, así como para Jerónimo Vilagrasa, que firma como tipógrafo de la ciudad a partir de 1661 e imprimió la obra al año siguiente del desfile y enriqueció de ese modo su catálogo.
De una prensa montada sobre un carro que imprime in itinere
materiales para celebrar con gran pompa un evento religioso pasamos ahora a una ceremonia episcopal solemne que se realizó en Imola, en la que trabajó Giacinto Massa, librero y vendedor de papel y luego tipógrafo y editor especializado en la impresión de materiales necesarios para la comunidad y para la diócesis, sobre todo en la época de Ia gran efervescencia de normas que se difundieron luego del Concilio de Trento. En Imola, pequeña ciudad de Romaña, en parte oprimida por Bolonia, las prensas comenzaron a chirriar ya en 1471. Allí se establecieron los pri-meros tipógrafos, aunque recién en 1587 llegarían aquellos provenientes de otros lugares. Encontramos al primer operador autóctono solo en 1629 en la figura de Giacinto Massa. Como solta hacerse por entonces, en 1651, Massa unió a la actividad de impresión la de librero de la ciudad junto con su socio, el forlivés Giovanni Cimatti.
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