Hoja por Hoja

Proyecto editorial & Revista literaria online

Jon Fosse, el escritor que escucha el silencio

Hoja por Hoja Avatar
Jon Fosse

En un diálogo extenso con educadores en Roma, reunidos por el Jubileo, el Nobel noruego habló sobre arte, espiritualidad, educación, guerra y el futuro. Y reafirmó su credo literario: la escritura es un don, no una intención.

En octubre de 2025, Jon Fosse —Premio Nobel de Literatura 2023 y uno de los dramaturgos vivos más representados en Europa— compartió en un encuentro internacional para educadores de escuelas y universidades con ocasión  del Jubileo del mundo educativo, una conversación que recorrió su biografía espiritual, su concepción del arte y su visión del futuro. Con su voz pausada y su estilo reflexivo, el autor noruego volvió a dejar claro que su obra nace más del silencio que de la afirmación.

Fosse, que estudió literatura comparada en la Universidad de Bergen y se inscribe en una tradición que va de Ibsen a Beckett, ha escrito teatro, prosa, poesía, ensayos y literatura para niños. En todos esos registros persiste una misma búsqueda: la de un lenguaje meditativo, musical, atento a lo indecible. El Comité Nobel lo distinguió por “dar voz a lo inasible” y por una obra “de excepcional resonancia espiritual y existencial”.

Aunque su nombre suele asociarse al teatro, Fosse recordó que su puerta de entrada al mundo de las letras fue la poesía. “Escribo como quien escucha”, dijo. “Escribir no es expresarme, es escapar de mí mismo”. Esa actitud escuchante es, según él, un modo de apertura espiritual. No porque la literatura predique, sino porque habilita un espacio interior donde algo sucede.

Ese “algo” lo acompañó desde muy joven. Su conversión al catolicismo, ocurrida hace quince años, está directamente asociada a su experiencia con el lenguaje. “Cuando empecé a escribir, no podía explicar de dónde venía eso. No podía encajarlo en una explicación material. Algo invisible se acercó a mí”. Antes había transitado un camino espiritual junto a los cuáqueros; su llegada a la Iglesia Católica fue, para él, la maduración de su búsqueda.

Fosse habló también del rol del arte en sociedades secularizadas. Recordó un encuentro con Benedicto XVI en la Capilla Sixtina, cuando el Papa les dijo a los artistas que “tal vez el artista no busque a la Iglesia, pero la Iglesia puede salir al encuentro del artista”. En Noruega, afirmó, es el arte el que mantiene viva la dimensión espiritual. “Cuando la religión se vuelve marginal, es la literatura la que sostiene el anhelo espiritual.”

Consultado sobre Septología, su monumental obra narrativa, rechazó interpretar su propia obra: “Lo que escribo ya existe antes de que lo escriba. Yo sólo lo recibo. Es un don. Una buena obra debe ser más sabia que su autor”. Esta idea del don reapareció a lo largo de la conversación: “Agradezco a Dios mi capacidad de escribir. No se puede exigir un don. Si algún día no puedo escribir más, está bien”.

Sobre la música —influencia notoria en el ritmo repetitivo de su prosa— contó que abandonó la guitarra y la escucha musical cuando empezó a escribir. “Intento recrear con palabras el lugar interior donde estaba cuando tocaba un instrumento. Mi literatura es profundamente musical: ritmo, repetición, variación.”

Recordó un episodio escolar traumático: un ataque de pánico al leer en voz alta. Ese quiebre, dijo, transformó su relación con el lenguaje y lo llevó a escribir desde una “disonancia”. El arte “necesita libertad, incluso libertad frente a la escuela.”

En materia estética, Fosse rechazó la idea de un escritor comprometido al modo clásico. “Si uno escribe con intención —política, religiosa, moral— pierde la dimensión espiritual del arte. Esa es tarea del periodismo. El arte crea desde otro lugar”. Citó a Adorno y su famosa pregunta sobre la posibilidad de escribir poesía después de Auschwitz, recordando que el pensador defendía una literatura negativa, capaz de sobrevivir al dolor sin volverse propaganda.

Al hablar sobre el presente, se mostró pesimista respecto de la violencia global. “Odio la guerra, como todos. La guerra simplifica, reduce. El arte es lo contrario: es ambigüedad. El arte es paz”. La educación para la paz, dijo, “debe pasar por el arte”, aunque recordó que cada persona tiene su propio don: “No todo el mundo tiene talento para escribir. Algunos lo tienen para la música, otros para las matemáticas. Debemos celebrarlo”.

La conversación concluyó con una mirada hacia adelante. Fosse no elaboró grandes visiones, pero sí reafirmó lo esencial: “Espero paz. Es una bendición y un deseo. ‘La paz sea con ustedes’. Eso espero”.

En un tiempo atravesado por tecnologías disruptivas —incluida la inteligencia artificial, tema que también se mencionó— Fosse insistió en que ninguna máquina podrá sustituir la fuerza espiritual del arte auténtico. Su obra, atravesada por silencios, repeticiones y una escucha radical, sigue recordando que la literatura no dice: se abre al mundo y abre nuevos mundos posibles.


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

©Graciela Cutuli


Sitio web diseñado y desarrollado por Axel J. Dumas Cutuli (axeldumas@hotmail.com) y Micaela Fernández (ffmicaelab@gmail.com)