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Una librería con alma cooperativa: Saint-Exupéry,  una trinchera cultural 

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El frente de la librería Bok St Exupéry, en Bella Vista

Desde su inicio como un pequeño local familiar hasta convertirse en un espacio con café, talleres y editorial propia, la librería Saint-Exupéry en Bella Vista es hoy un faro literario y comunitario. El compromiso con la autogestión y las editoriales independientes guía cada página de su historia.

En el corazón de Bella Vista, en la provincia de Buenos Aires, late una librería que desde hace 15 años no deja de crecer, transformarse y expandir los horizontes de sus lectores. Saint-Exupéry Libros nació en 2011 como un proyecto íntimo de dos hermanos, Tito y Paz Villar, y su padre, sobre la calle Maipú. Lo que comenzó como una librería pequeña y entusiasta hoy forma parte de BÓK, una cooperativa cultural que además de libros ofrece café de especialidad, talleres y una cartelera de eventos culturales que le dan vida a la casa cada fin de semana. Este mes, se cumplen nueve años de la asociación entre BÓK y la librería Saint-Exupéry: una ocasión para celebrar.

De librería a casa cultural

El giro cooperativo llegó con la unión de Saint-Exupéry y Masiva, un bar cultural en San Miguel que manejaba Tati, amigo de los fundadores. Así nació BÓK, un espacio colectivo que, como su nombre indica —”libro” en islandés—, continúa poniendo a la lectura en el centro, pero acompañado por múltiples expresiones artísticas y comunitarias. La cooperativa se sostiene con cuatro pilares: librería, café, talleres y eventos.

“Ser cooperativa cultural significa que somos una organización autogestionada, llevada adelante por personas que se unen voluntariamente para concretar un proyecto común”, explican. Esa comunidad está integrada por Lu, Bebi, Franco, Joaco, Merli, Stella, Tito y Paz, quienes no solo atienden la librería, sino que también curan su catálogo con sensibilidad y mirada propia.

Lectores curiosos, selección diversa

El público que se acerca a Saint-Exupéry no es homogéneo. Según cuentan, su principal característica es la disposición a explorar caminos nuevos: “No vienen siempre a buscar lo mismo, se animan a lo distinto, y eso también nos enriquece a nosotros como lectores”, explican.

La selección de libros también responde a las afinidades personales del equipo: mientras Lu y Bebi se inclinan por la literatura infantojuvenil, Paz prefiere temáticas de vida saludable y psicología; Franco, estudiante de cine, apuesta a narrativas originales; Merli se fascina por el misterio; y Tito prioriza la narrativa contemporánea. Todos, sin embargo, coinciden en el amor por la poesía y la búsqueda de propuestas con fuerza estética.

El club de lectura, una joya compartida

Desde 2019, Saint-Exupéry impulsa un club de lectura con suscripción mensual, tanto para adultos como para niñeces. El objetivo: compartir joyas literarias que, por diversas razones, no han recibido la atención merecida. “Buscamos libros que puedan sorprender y emocionar”, cuentan. Uno de los casos más celebrados fue Los machos se duermen primero, de Rodolfo Omar Serio que se volvió un éxito entre los suscriptores. “Era una apuesta arriesgada, pero encantó”, recuerdan. En una edición especial, este título incluso ganó un “mundial de libros” organizado por el propio club.

Aguará Guazú: la voz editorial

En sintonía con el espíritu autogestivo, Saint-Exupéry también impulsa Aguará Guazú Editora, su propio sello editorial. Hasta el momento, han publicado tres títulos: Emma encerrada, de Ana Miramont y Mariano Rabe Monti (2021); Profiteroles, de Sine (2022); y Hacia algún lado, de Lucía Ruiz (2023).

Un espacio que es casa

Además de vender libros, la librería participa activamente en la vida cultural local. La cartelera de BÓK incluye talleres de cerámica, literatura, cine y literatura, idiomas y más. También organizan ciclos de cine, conciertos y eventos temáticos, como el reciente mes dedicado a María Elena Walsh, con actividades para todas las edades. “Nos gusta pensar que este es un espacio donde se construyen vínculos, donde pasan cosas”, dicen.

Y es literal. Desde chicos que invitan a las libreras a jugar, hasta clientes mayores como Marcelo, vecino de 80 años que asiste a todos los eventos con su vaso en mano y celular listo para grabar, el lugar se ha transformado en una casa común.

Los desafíos de hacer cultura en el conurbano

Mantener una librería en el conurbano bonaerense tiene sus desafíos. Uno de ellos es construir comunidad en un entorno donde las distancias, las vías del tren y los hábitos cotidianos marcan barreras invisibles. Otro es económico: “Soñamos con poder seguir haciendo esto sin estar todo el tiempo corriendo atrás de las cuentas. Es medio iluso, pero lo haríamos siempre. Nos encanta”, confiesan.

Frente al avance de lo digital, no sienten amenaza. “La gente sigue eligiendo el papel cuando puede. La experiencia del libro impreso es otra, completamente distinta”, opinan. Y agregan que esa misma competencia obligó a mejorar las ediciones: “Hoy se cuida más el diseño, la calidad del papel. Se revalorizó el objeto libro”.

Libros que marcan, libros que se regalan

Cada integrante tiene sus favoritos. En el caso de una de las entrevistadas, el libro más regalado es Acerca de Roderer, de Guillermo Martínez, una novela corta e intensa: “Es como un bombón de chocolate, si no te gusta se termina rápido, pero si te gusta, lo querés saborear lento”, explica. Y recuerda con emoción un ejemplar de Baldomero Fernández Moreno que recibió de niña: “Me hizo pensar que yo elegía este camino desde hace mucho, sin darme cuenta”.

Una comunidad que se cuida entre sí

Desde su lugar, Saint-Exupéry promueve también la solidaridad entre librerías independientes: “Así como para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, para una librería no hay nada mejor que otra librería. Somos una comunidad zarpada que hay que cuidar”.

Y cierran con una invitación: “Cuando viajen, pasen por las librerías del lugar. Y en su barrio, no dejen de visitar la librería cercana. No es solo un negocio, es un lugar donde suceden cosas”.


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©Graciela Cutuli


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