Llegar a Oxford es entrar en un territorio donde la piedra y la palabra conviven desde hace siglos. Entre calles estrechas, torres góticas y patios silenciosos, se respira una continuidad de saber que no ha cedido ante el paso del tiempo. Allí, en pleno corazón de la ciudad, la Biblioteca Bodleian se impone como un verdadero templo del conocimiento.
Por Teresa Teramo
Fundada en 1602 gracias a Sir Thomas Bodley —erudito, diplomático y benefactor—, la Bodleian Library es hoy una de las bibliotecas más antiguas de Europa y la segunda más grande del Reino Unido, solo detrás de la British Library. No es únicamente un edificio: es una red de más de treinta bibliotecas que juntas forman un laberinto de saber, con más de trece millones de volúmenes y fondos que abarcan casi todos los idiomas y campos del conocimiento.
Su carácter único reside también en su condición de biblioteca de depósito legal: desde el siglo XVII, tiene derecho a recibir gratuitamente un ejemplar de cada libro publicado en el Reino Unido e Irlanda, lo que la convierte en un archivo vivo y en constante expansión.
Este privilegio ha alimentado un acervo que va desde incunables y códices iluminados hasta ediciones recientes de todo tipo de obras. Las exposiciones que ofrece la Bodleian revelan la amplitud de su acervo. Una de ellas, dedicada a tesoros manuscritos, permite contemplar borradores, notas y dibujos originales de J.R.R. Tolkien y Lewis Carroll, junto con páginas autógrafas de Shelley y Jane Austen, donde se aprecia el trazo y la revisión directa de sus autores.
Otra exposición traslada a los visitantes a los orígenes de la radio, con emisiones históricas reproducidas en dispositivos interactivos. Una tercera, consagrada a la música,
presenta partituras manuscritas de Johann Sebastian Bach, cuya caligrafía parece contener el orden y la belleza de sus composiciones.
La experiencia de recorrer la ciudad tuvo un inicio casi novelesco. Apenas llegada a Oxford, en una esquina, me encontré con la imagen de un Conejo Blanco apresurado,
como escapado de las páginas de Carroll, que parecía invitarme a seguirlo. Y lo hice. El camino me llevó naturalmente a Christ Church College, uno de los espacios más
emblemáticos de la ciudad, donde resonaron las voces de ilustres figuras como John Locke, W.H. Auden o el propio Carroll, Newman. Caminar por su Gran Salón —que inspiró el comedor de Hogwarts en el cine— es atravesar un puente entre la tradición y la cultura contemporánea.
A pocos pasos de la Bodleian, el Puente de los Suspiros (Bridge of Sighs) conecta dos edificios del Hertford College y abre la vista a la Radcliffe Camera, uno de los iconos
arquitectónicos de Oxford. Desde allí, la ciudad despliega sus dos ritmos: el bullicio de los pubs al final de la tarde y el silencio concentrado de sus bibliotecas.
Más allá, el río Cherwell —estrecho, claro y sereno— atraviesa parques y jardines como una línea de agua que susurra otra historia. Allí, el tiempo parece fluir más lento,
acompasado al ritmo pausado de la lectura.
La jornada puede concluir en la gran librería situada frente a la Bodleian, un espacio de varios niveles donde los libros se ofrecen como prolongación natural del recorrido,
recordando que Oxford es, ante todo, una ciudad edificada sobre la lectura y la memoria escrita. Su fortaleza está en custodiar lo que otros soñaron, escribieron y legaron…








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