Florencia Groverman es la responsable de la librería “Dulcinea”, situada en la encantadora ciudad andina de la Patagonia argentina. En charla con Hoja por Hoja, cuenta la historia del local, sus libros y sus desafíos desde el sur del mundo.
Por Florencia Agrasar
¿Cómo nació Dulcinea, y de qué manera fue posible concretar este proyecto?
Florencia Groverman: Dulcinea nació cuando yo tenía 25 o 26 años, con mis dos hijas muy chicas, de tres y cinco años. Fui madre muy joven y sentí la necesidad de buscarme un trabajo para tener una vida adulta. Después de trabajar un año con mi padre, supe que quería algo propio, y la verdad es que en casa siempre hubo muchos libros y mucha lectura, así que una librería fue la opción más obvia. Abrimos el 10 de febrero de 2005, aunque la preparación del local comenzó en septiembre de 2004. Este año, de hecho, cumplimos 20 años. Fue un proyecto familiar, aunque yo no soy socia de nadie; mis padres fueron socios capitalistas y mi madre, además, me dio mucho apoyo físico y trabajó conmigo durante muchísimos años.

Después de dos décadas, ¿cómo describirías tu experiencia como librera? ¿Qué es lo que más te apasiona de este oficio?
FG: La verdad es que ser librera es tremendo, es hermoso. Siento que la vida me regaló algo que es mío y no me puedo imaginar haciendo otra cosa. Uno va creciendo y aprendiendo constantemente en este oficio. Desde el primer año, en 2005, fui a la Feria del Libro, y la Fundación del Libro me invitó en 2006, brindando un apoyo increíble con bolsa de viaje y hasta envíos para quienes estamos en el interior.
¿Cómo es el proceso de selección de libros para Dulcinea? ¿Hay alguna filosofía detrás de las obras que elegís para tu librería?
FG: La selección de libros es muy particular, es súperintuitiva. Muchas veces no lo sabés, simplemente elegís y traés los libros. Si bien a veces te quemás, son las menos. En cuanto a la filosofía, siempre invierto en libros que sé que puedo vender hoy o dentro de diez años, es decir, que no tengan fecha de vencimiento, como los relacionados con política o tecnología, a menos que sean de consignación.
Un sector que amo personalmente y que armo a dedo, uno por uno, es el sector de libros en inglés. Me fui dando cuenta de que tengo una mejor selección que muchas grandes librerías en Buenos Aires.
Hablemos del público lector en Villa La Angostura. ¿Cómo lo definirías y cómo ha cambiado a lo largo de los años?
FG: El público cambió muchísimo después de 2020, tras la pandemia. Llegó mucha gente de afuera, probablemente de Buenos Aires, más acostumbrada a leer. Previo a 2020, la mayoría buscaba libros de desarrollo personal, holísticos y esotéricos. Hoy, la oferta es mucho más variada.
- Literatura juvenil: está muy de moda gracias a plataformas como TikTok e Instagram. La gente dice que los jóvenes no leen, pero yo aquí vendo un montón de literatura juvenil. Lo que sí he notado es que vienen con una lista de lo que vieron online y no buscan descubrir otras lecturas del mismo autor o de otros. Las redes sociales hicieron que la lectura se pusiera de moda, lo cual es bueno, pero el marketing manda y los jóvenes saben exactamente lo que quieren. A diferencia de mi época, ellos quieren elegir sus propios libros.
- Novela: hoy se vende mucho.
- Esotérico: sigue siendo un sector fuerte, incluso mueve más que en Buenos Aires.
- Filosofía: también se está poniendo muy de moda, especialmente los estoicos, impulsado por Instagram.
- Turistas: buscan principalmente novela y ficción, o algo de política, a menudo para regalo. Los hombres adultos de más de 60 años leen más que nada política, y yo les ofrezco algo más histórico, como Harari, o relacionado con la Patagonia, aunque hay poco editado. El turista que nos visita generalmente tiene un nivel socioeconómico de medio para arriba y es un público lector que conoce de literatura.
Sostener una librería en una localidad turística implica desafíos únicos. ¿Cuáles son los principales obstáculos que enfrentas en la actualidad?
El principal desafío hoy por hoy es AFIP (impuestos y aportes). Con un empleado 100% en blanco, el costo de los aportes es muy difícil de sostener. Mientras no tenía empleado, yo era esclava del negocio y tenía que cerrar para poder irme de viaje o a la feria del libro. Ahora, con un empleado, estamos abiertos de lunes a lunes de corrido, lo cual es genial para el cliente.
Otros desafíos que tuve que enfrentar:
- Pandemia: durante la pandemia, de abril a septiembre de 2020, estuvimos cerrados por deporte en Villa La Angostura, a pesar de que el primer caso de COVID fue en septiembre. Y aun así, me aumentaban los impuestos, lo cual me parecía una maldad. Vendía a escondidas de la ley a través de Instagram.
- Margen de ganancia bajo: sostener una librería como negocio es muy difícil, el margen es muy bajo, al menos hasta que el negocio empieza a andar. No es un negocio para hacerse millonario.
- Libro digital vs. papel: creo que eventualmente será una amenaza. Mi generación (46 años) y los mayores de 40 crecimos con el papel y tenemos una relación con él. Las generaciones más jóvenes (mis hijas de 24 y 25, y los que tienen 10 años) ya leen en el celular o bajan libros. La gran diferencia de precio es clave, y no sé si el papel sobrevivirá más allá de tres generaciones, o si se convertirá en un objeto de lujo como los discos de pasta. Personalmente, no puedo leer en digital; me siento perdida en el Kindle y echo de menos la compañía física y el poder marcar los libros. Sin embargo, lo importante es que la gente lea, sin importar el formato.
- Monopolios y propiedad intelectual: me preocupa el nivel de robo de propiedad intelectual por parte de la inteligencia artificial, que usa obras existentes para crear otras, quitándoles las herramientas a los autores. También me inquietan los monopolios como Amazon. En Argentina, afortunadamente, tenemos la Ley del Precio Mínimo (copiada de Francia), que es fundamental para que las pequeñas librerías puedan seguir abiertas. Sin esta ley, las grandes superficies venderían los bestsellers casi a costo para eliminar la competencia, y una vez que lo logran, subirían los precios. Esta ley es necesaria para la diversidad y para que haya muchas voces y se siga editando todo tipo de libros.

En un plano más personal, ¿qué tipo de literatura te apasiona? ¿Hay algún libro o autor que te haya marcado profundamente a lo largo de tu vida?
FG: A mí me encanta la literatura que sobrevive el paso del tiempo, los clásicos. Siento que con la literatura contemporánea a veces me he clavado mucho; la cierro y la historia termina ahí, no me quema y no me sigue acompañando como sí lo hacen los clásicos.
Algunos libros que me han marcado:
- La cabaña del tío Tom: Me pareció genial.
- El lector de Bernard Schlink: Me voló la cabeza.
- Shakespeare: Lo amo y lo siento mío personal. Lo descubrí y lo entendí a través de un curso y leyendo “La invención de lo humano” de Harold Bloom.
- Jane Austen: Me encanta en general.
- La simetría de los deseos de Eshkol Nevo: Es uno de esos libros que cuando terminás de leerlo te sigue quemando y pensás en él días después.
- El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes.
- El nombre de la rosa de Umberto Eco: me pareció fascinante.
- Kawakami: Me encantó.
- Las clases de griego de Han Kang: me encantó.
- Lolita: Lo leí dos veces y me encantó, es uno de mis libros preferidos.
- La isla del tesoro de Stevenson: lo amo; a medida que me hago mayor, me gustan más los libros de piratas y tesoros.
- La fiesta del Chivo de Vargas Llosa: te vuela la cabeza, un libro bien escrito, con cosas de actualidad.
- Tombuctú: el libro que más he regalado, porque es divino y es para todos.
- El llamado de la selva: tiene una lectura profunda, un viaje…
- Cortázar: me parece que me pasó lo que nos pasó a todos después de leer sus cuentos, que lo hace parecer fácil y todos nos largamos a escribir.
- Contemporáneos: me han gustado Chimamanda Ngozi Adichie, Delphine de Vigan… Me encuentro leyendo a muchas mujeres sin buscarlo particularmente.
- Dailan Kifki: de los libros que me acompañaron toda la vida, Dailan Kifki…
También disfruto mucho la literatura infantil y juvenil. Como leí una vez, “cómo no vas a leer libros infantiles si los de adultos están llenos de depresión, infidelidad y alcoholismo, y los otros tienen hadas, castillos y dragones”. Me encanta el mundo de fantasía. Por ejemplo, Harry Potter (que leí de adulta y lo siento muy propio), Robin Hood, The Velveteen Rabbit y Winnie the Pooh. A menudo, intercalo lecturas pesadas con algo más suave o de Jane Austen, donde todo se resuelve y terminan todos casados, todos bien, todos contentos.
Tengo algunos pendientes, como el Ulises de James Joyce, para el que incluso compré un libro de “claves para leer al Ulises”.
¿Qué percibís sobre los hábitos de lectura actuales, especialmente en los jóvenes, y qué consejo le darías a los padres para fomentar la lectura en sus hijos?
FG: Veo que los jóvenes leen un montón, a pesar de que a veces los padres creen lo contrario. Mi principal consejo a los padres es que la lectura tiene que ser divertida. A veces los padres no quieren gastar en libros o solo quieren que sus hijos lean algo que consideren interesante, como El diario de Ana Frank en lugar de seguir con Harry Potter. Yo les digo: “Nosotros no leemos solo cosas interesantes. Cada vez que vas al cine, no vas a ver la película danesa en blanco y negro sin diálogo; quizás vas a ver más de Hollywood, que es entretenida y la pasás bien. Es lo mismo”.
Es importante dejar que lean lo que quieran, incluso si es “una estupidez” o un libro de un youtuber. Lo importante es que están leyendo, están incorporando y están siendo participantes activos en la lectura. El colegio ya se encargará de que lean las “buenas obras”. Los niños tienen una conexión especial con los libros que a veces se pierde en la adolescencia, pero que vuelve si se alimenta desde chicos.
Para cerrar, ¿hay alguna anécdota memorable de tus años como librera que te gustaría compartir?
FG: Sí, me viene a la mente una anécdota muy linda. Un día, un chiquito chileno de unos 10 años vino con su papá, vio un libro y se fue. Luego, volvió solo para comprar el libro que había visto y me dio propina, diciéndome: “Para vos porque me atendiste”. Me sentí tan bien porque él estaba encantado y se sintió escuchado. Fue un momento genial.
Dulcinea Libros
Cerro Inacayal y Av. Arrayanes, Villa La Angostura (Neuquén, Argentina)
En Instagram: @dulcinealibros
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