Camino al Este. Crónicas de amor y desamor es el relato de la larga travesía del escritor argentino Javier Sinay desde Buenos Aires a Kioto, a lo largo de cinco meses y atravesando más de 15 ciudades en un periplo que transita diferentes culturas, idiomas y costumbres bajo el signo de los sentimientos.
Todo empezó cuando Higashi –su novia de ascendencia japonesa, hoy su esposa- le dijo que viajaría a Kioto para dedicar un año a estudiar la ceremonia del té. Y tras sus pasos parte el autor: “Yo no tengo un mapa en el que voy marcando los países que conozco. Yo no tengo un plan de millas acumuladas ni una aerolínea favorita” pero “ahora, de un día para otro, voy a atravesar de punta a punta la extensión de 14.953 kilómetros que tiene Eurasia, y voy a hacerlo solo. Porque me doy cuenta de que ya no tengo otra salida más que ir en busca de Higashi”.
“Soy periodista desde hace mucho tiempo y ya tenía un par de libros publicados; entonces primero pensé en hacer el viaje y después en hacer un libro: primero porque es mi manera de relacionarme con este tipo de cosas, a través de la escritura; y por otro lado también para financiar el viaje con un contrato de adelanto. El origen del libro –cuenta Javier Sinay- es un poco el reflejo de un periodista profesional, en ese sentido, pero al final creo que es lo más comprometido, lo más íntimo que escribí, porque terminé contando muchas cosas de mi historia personal”.
Al trazar su itinerario, vio además que en el medio de su periplo estaba Grodno, el pueblo de sus antepasados, llegados a la Argentina desde la actual Bielorrusia con las corrientes migratorias que se sucedieron entre fines del siglo XIX y principios del XX.
“Y pensé, si voy a Bielorrusia tengo que ir a Rusia, a Moscú, y luego me di cuenta que estaba el tren Transiberiano, que podía llevarme a China. Pensé en hacer reportajes, y seguramente traería nuevos contactos y otras cosas, y pensé en hacer un libro, pero no sabía al principio cuál iba a ser el denominador común”.
“Al principio no sabía, porque decía: ‘¿Qué pueden tener en común París y Ulan Bator? ¿Mi mirada, yo que estoy viajando? Puede ser, pero falta algo más, más concreto’. Empecé a buscar historias ocurridas en cada lugar. Me había marcado un itinerario con 21 ciudades y empecé a googlear leyendo diarios… en cualquier lugar del mundo hay un diario en inglés. En Siberia está el Siberian Times, en China está está el China Daily… Leía el diario local y leía la sección de viajes o de internacionales del Guardian, el New York Times o El País, y anotaba. Primero me hice una larga lista de temas, porque para cada lugar me anotaba lo que había pasado en el último año y medio, y en un momento me di cuenta de que tenía dos, o tres o cuatro historias de amor, o de vínculos, o de desamor, o de soledad. Y eso me hizo clic en la cabeza y dije: “Claro, si yo estoy viajando para visitar a mi novia, este es el denominador común, tengo que hacer este tipo de historia, no entiendo el amor como algo pequeño y obvio, el amor romántico, el amor naif es parte de otra cosa. No lo dejé de lado, pero no solo eso sino que busqué historias de amor, desamor, compañía, sexualidad. Después hice una segunda búsqueda enfocando más en eso”.
Así, conforme avanzan las páginas y las ciudades, logran vida y voz las historias de dos performers que tienen sexo en vivo en Barcelona; la de una pareja que se ama -con candados incluidos- en París; la de un político y asesino alemán que cruzó la frontera del amor al odio; la de un padre chino en busca de un amor -o un buen partido- para su hija.
“Cuando uno hace un viaje tan largo se da cuenta de que Argentina es un rincón en el mundo, y hay muchos rincones en el mundo y muchas cosas pasan a la vez. Y entonces uno puede desdramatizar un poco las cosas… .eso no significa que las cosas que pasan no sean difíciles, sino que hay que tratar de tomar un poco de distancia y no ahogarse”.
“Hay lugares adonde llegué con la historia identificada, por ejemplo París con el tema de los candados. Hay lugares a donde llegué con el tema identificado pero la historia más o menos, por ejemplo, en Barcelona yo sabía que había una pareja que hacía sexo en vivo, y quería entrevistarlos, pero ellos no quisieron darme la nota. Lo que pasó es había cuatro parejas más que hacían sexo en vivo. Yo sabía que quería hablar de sexo en Barcelona, porque me parece que es una ciudad hedonista y liberal, entonces tenía más o menos ese tema y esa historia. Y después hay lugares adonde llegué sin nada porque en Google no había podido identificar ninguna historia y después no me había dado el tiempo para buscar por otros modos. Por ejemplo en Pekín”.
“En China la gente se casa no más tarde de los 27 y un gran porcentaje se casa por acuerdos de familia. Hay jóvenes que tienen 33 años y no están casados, entonces los padres se empiezan a preocupar. Y van a los parques con un currículum impreso en una hoja, de sus hijos, e intercambian a ver si encuentran alguien que cumplan con los requisitos que quieren como pareja para sus hijos. No es cualquier parque: son algunos parques. La pregunta que me hacía yo es si tu padre puede ser más eficiente que Tinder. Después me junté con una periodista en China que me confirmó que eso era así”.
“Al tercer día de estar en Pekín fui a un parque. Unos estudiantes, dos estudiantes chinos, un varón y una mujer, de 19 y 20 años, estudiantes de español, me acompañaron y me hicieron de traductores. Hablaban excelentemente bien el español. Llegamos adonde estaban los padres y hablé con el señor Liu, que me dejó solo sacar fotos del CV de su hijo, pero no a él, Ningún padre quería que le saquen fotos, porque es una deshonra en realidad que tu hijo no esté casado”.
“Volví al día siguiente. Estaban todos en otro parque, y ya se conocían todos, no había mucho intercambio. Al segundo día el señor Liu abrió una bolsa que tenía y me mostró que tenía una botella de agua, unos dados y una tablet con un video de su hija, que era un video editado con una canción y fotos que iban apareciendo de ella al lado de un árbol de cerezas. Y el tercer día, increíblemente, hizo match con otro señor. Eso fue fascinante. Si hubiera sido un cuento, y hacían match al final, hubiera sido bastante obvio. Pero pasó, pasó delante de mis ojos. El último día”.
“En Japón me pasó lo mismo, no iba con una historia cerrada o identificada, aunque sabía que quería hablar sobre el entretenimiento adulto que hay en Japón, sobre el tema del sexo, ese contraste tan grande entre tasas muy altas de adultos vírgenes y adultos que no han tenido sexo en el último mes, o adultos solteros. Casi la mitad de los hombres y las mujeres son solteros. Hay un contraste entre eso y mucho fetiche, cosas que nosotros consideramos perversiones. Un sex shop de seis pisos al que fui, lleno de gente, y no estaba en una galería, daba a la calle… Japón es un país de contrastes, muchos no los entendemos”.
“Con respecto a los intérpretes, fui contratando en cada lugar, pero no profesionales porque son muy caros, sino cualquiera que hablara más o menos inglés. Contraté muchos periodistas, como en Alemania, Francia, Rusia, Mongolia, China. En Japón no, pero el gremio periodístico se activa, hay mucha solidaridad, a mí me funciona mucho. Y muchas veces los periodistas ellos mismos me hacían de traductores”.
Emoción en Mongolia
“En el capítulo de Mongolia hay un señor que toca un violín tradicional que se llama moorin khuur, es un violín grande de dos cuerdas que se hacen con crin de caballo y siempre termina rematado en una cabecita de caballo. El caballo es un animal casi sagrado en Mongolia, es poderoso. Yo había encontrado acá unos videos de unos músicos que tocaban violín en las montañas de Mongolia y cantaban el canto de garganta, como un canto gutural, muy inquietante pero muy hermoso”.
“Entonces dije: ‘Quiero hacer un video así y entrevistar a uno de ellos’. Cuando estaba allá me di cuenta de que podía incluir eso en mi libro porque en las bodas ellos participaban y tocaban. Y me dijeron que en Ulan Bator estaba el wedding palace más grande de Asia. Yo decía pero bueno, ¿qué es? Es un lugar donde la gente hace la ceremonia civil y después va a otro salón y hace la ceremonia tradicional todo junto. Y es el único lugar de Ulan Bator donde la gente se casa. Y parece que en otros lugares de Asia hay otros wedding palace. Fui a Ulan Bator, entrevisté a la jueza, le pregunté qué le decía la gente, me contó anécdotas, que el casamiento que más la había impresionado era el de un hombre sin piernas, en silla de ruedas, con una mujer muy hermosa, y que el hombre le decía: ‘Yo no entiendo por que esta mujer me elige’, y después me contaba que antes de casarse tenían una charla con una oficial de asuntos familiares, que ella había trabajado de eso y que la charla consistía en explicarles a los que se iban a casar cómo formar una buena familia mongola. ¿Y cómo es? Muy tradicional, el hombre es el que manda y la mujer lo apoya. Y la mujer confía en que si lo apoya el hombre va a estar bien y eso le va a traer bendiciones a la familia”.
“Y me invitó a dos casamientos, la mañana de un sábado. Uno de esos se suspendió, nadie sabía bien por qué. El otro casamiento estuve ahí y fue emocionante, porque podés irte a la otra punta del mundo, pero el acto de amor es emocionante Y la gente, era gente era muy sencilla, de clase trabajadora, y lloraban de felicidad”.
La historia del señor Liu
“Creo que me conmovió la historia del señor Liu, el chino, porque era un señor que debía tener 64 años y que tenía una sola hija, porque era de la época de la política del hijo único. Hay una desproporción… Ese era mi otro tema: si no salía lo de los parques quería hacer algo con la desproporción entre hombres y mujeres. El señor Liu y su hija eran de una provincia, a mil kilómetros de Pekín. La hija consiguió un trabajo en Pekín y se fue, y como no tenía marido el padre dejó la provincia, se instaló con ella -que alquila una habitación de 8m2- y va todos los días a buscar un novio para la hija. Y el padre era viudo y no quería hablar de su mujer porque decía que no quería entristecerse…”.
“El señor Liu me decía que se iba a dormir poniendo una canción de una cantante china que hablaba de una historia de amor; en el libro está la letra: era la historia de una mujer que sufría por amor, y me dijo que lo había puesto en la tablet y se había quedado dormido con eso”.
Javier Sinay, Camino al Este. Tusquets, colección Mirada Crónica dirigida por Leila Guerriero.
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