La primera novela de Henning Mankell, uno de los narradores que gestó el boom mundial de la novela negra sueca desde los años 90, después de los pioneros Maj Sjöwall y Per Wahlöö en los años 70, llega por primera vez a los lectores en lengua española, con una historia tan dura como reveladora sobre la clase obrera sueca en el siglo XX.
“El hombre de la dinamita” (Tusquets) fue escrita por Mankell en 1973, veinte años antes de la creación del comisario Kurt Wallander, que le daría renombre y popularidad mundial.
Pero ya está presente el hilo conductor que aúna toda su obra literaria, desde las novelas policiales hasta su producción teatral y sus novelas africanas, ya que Mankell vivió durante años en Mozambique: la indagación social y el retrato de un mundo donde el progreso ahonda las diferencias entre clases y poblaciones.
En su primera novela, Mankell elige Suecia en 1911. Medio siglo después de la creación de la dinamita de parte de Alfred Nobel, el obrero dinamitero Oskar Johansson, de 23 años, enciende la mecha y vuela por los aires durante los trabajos de perforación de una montaña.
Los diarios del día siguiente darían cuenta, en forma escueta, de la muerte del obrero. Pero Johansson no había muerto: sobrevivió, con medio cuerpo destrozado por la explosión, y después de recuperarse volvió al trabajo como dinamitero.
Son varias las voces que narran la historia de Oskar, entre las que sobresale la suya propia, la voz íntima de un hombre herido pero no destruido, que pone sus esperanzas en el socialismo pero comprueba que 50 años más tarde su accidente “han cambiado muchas cosas, sí, pero no para nosotros”.
“Es como si los de arriba, los reyes y los sacerdotes, se inclinaran y mostraran el rostro para que quienes los sostienen pudieran verlos. Pero la pirámide -reflexiona- no deja de ser pirámide en ningún momento. Quiero decir, que los que la aguantan tienen otra ropa, comen otra comida, pero siguen siendo ellos los que sustentan todo agitando sus banderas, y los que están arriba siguen arriba”.
El propio Mankell, fallecido en 2015, recordaba la concepción de la novela: “La primera parte la escribí en Oslo, en un departamento de la calle Lokkevein. Era a finales de otoño y hacía frío (…). Mientras escribía este libro pensaba que sería mi debut. Por primera vez, saldría impreso con toda la seriedad”. “De aquello hace un cuarto de siglo. Escribí el libro en una vieja máquina de escribir poco fiable, con teclado noruego. Hoy escribo estas líneas en un ordenador que apenas pesa más de tres kilos. Y sí, han ocurrido muchas cosas en veinticinco años. Han caído algunos muros, otros se han levantado. Ha caído un imperio, otros se han debilitado desde adentro y están formándose nuevos centros de poder”, agrega.
“Pero los pobres y los desvalidos del mundo se han vuelto más pobres en estos veinticinco años. Y Suecia ha pasado de un intento decente de construir una sociedad a un saqueo social.
Una división cada vez más clara entre las personas necesarias y las sobrantes”. “Al leer el libro de nuevo -concluye Mankell- después de todo este tiempo, tomo conciencia de que este cuarto de siglo quizá no haya sido tan largo. Lo que dice el libro sigue vigente hoy en gran medida”.
La historia de Oskar Johansson es la historia de la parte por el todo: en un hombre solo, en una tragedia individual, se resume la historia colectiva de un siglo de lucha social, de toda una clase obrera, que en la visión desencantada del novelista sueco desemboca de algún modo en “cambiar todo para que nada cambie”.
Fuente: ANSA Henning Mankell y el hombre de la dinamita
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