Tuve hace un tiempo el placer inusual de sentarme a conversar con Jane Austen, la mente brillante detrás de mi propia existencia literaria. Aunque mi mundo es el del campo inglés a principios del siglo XIX, y el suyo también lo fue en gran medida, cruzar el umbral de la ficción a la realidad, fue una experiencia… esclarecedora, que ahora comparto con los lectores de Hoja por Hoja.
Elizabeth: Miss Austen, es un honor conocerla. Mi primera pregunta es obvia, quizás, pero ¿qué la llevó a crear un mundo como el que yo habito, con sus salones, sus paseos por el campo y, por supuesto, sus intrigas matrimoniales?
Jane Austen: El mundo que usted habita es uno que yo conocí bien, el microcosmos de la pequeña nobleza rural y su insularidad consciente de clase. Nací en una rectoría en Steventon, Hampshire, y pasé mis primeros veinticinco años allí. Mi padre era rector de Steventon. Aunque mi vida no fue muy viajada en comparación con algunos de mis contemporáneos, a menudo decía a mi sobrina, que también aspiraba a novelista, que “tres o cuatro familias en una aldea rural son precisamente en lo que hay que trabajar”. Mi objetivo era representar la vida inmediata que conocía.
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Elizabeth: Y vaya si lo logró. Su descripción de la sociedad, sus reglas, sus… peculiaridades, es muy precisa. ¿Era su intención satirizar a ciertas personas o comportamientos?
Jane Austen: La sátira es una herramienta útil. A menudo satirizo a los miembros esnobs y frívolos de las clases superiores a la mía, la pequeña nobleza y la aristocracia, quienes habrían menospreciado a mi propia familia inmediata. Por ejemplo, retraté de manera poco simpática a la altanera arribista Caroline Bingley, que se cree parte de la pequeña nobleza a pesar de que la riqueza de su familia provino del “comercio”. También expongo el tribalismo de su madre, la señora Bennet, y el esnobismo de Lady Catherine de Bourgh. Sin embargo, también tengo respeto por los valores más admirables de la nobleza terrateniente y la aristocracia, como el sentido de responsabilidad social y el decoro.

Elizabeth: Ah, Lady Catherine. Tuve un encuentro bastante… memorable con ella. Hablando de títulos y rangos, el título de mi propia historia, Orgullo y Prejuicio, parece central. ¿Por qué esos dos elementos?
Jane Austen: La frase “orgullo y prejuicio” circulaba en la literatura del siglo XVIII. Parezco haberla tomado más inmediatamente de las páginas finales de la novela Cecilia, de Frances Burney. En la novela, estos términos a menudo tienen connotaciones desfavorables, y yo sí critico el orgullo familiar y el prejuicio social a través de mis retratos. Sin embargo, con usted y Mr. Darcy, el orgullo y el prejuicio no son defectos a superar, sino rasgos de carácter que requieren ajustes menores. La novela es, en cierto sentido, un relato de crecimiento emocional. Muestra la necedad de confiar en las primeras impresiones, que se corrigen con la comprensión y la reflexión.
Elizabeth: ¡Ajustes menores, dice! Mis primeros juicios sobre el señor Darcy y el señor Wickham fueron ciertamente inapropiados, formados por poner demasiado peso en las primeras impresiones. Creo que mi orgullo acerca de mi propia capacidad para juzgar el carácter contribuyó a ello.
Jane Austen: Exactamente. Y el orgullo de posición del señor Darcy, su desdén por las clases sociales inferiores que carecen de un sentido adecuado de su propio provincialismo, lo lleva a un prejuicio general contra casi todos los locales en el baile. Pero, como usted señala, el crecimiento es clave. Su capacidad para percibir y, lo que es más importante, para volcar esa percepción hacia adentro, como lo hizo después de leer su carta, la distingue. Ese momento de humillación y doloroso autoconocimiento —”Hasta este momento, nunca me conocí”— demuestra una capacidad de introspección.

Carta manuscrita de Jane Austen
Elizabeth: Esa carta… sí, fue un momento crucial. Permítame preguntarle sobre el matrimonio. Usted describe vívidamente la presión sobre las mujeres de mi condición para casarse, especialmente cuando la propiedad está afectada, como en Longbourn, que está vinculada a un heredero varón distante. Mi madre, por ejemplo, considera la negativa a casarme con el señor Collins una “perversidad”.
Jane Austen: La herencia de una propiedad a menudo seguía la regla de primogenitura, donde el hijo mayor heredaba la tierra, para preservar el prestigio familiar. Aunque no siempre era así, y las mujeres podían ser herederas principales; incluso Lady Catherine señala que no ve “ocasión para vincular las propiedades de la línea femenina”. Para mujeres con poca fortuna, el matrimonio era a menudo la única “provisión honorable”. Sé que se considera “terriblemente aburrido” el matrimonio financieramente “prudente” y “vergonzoso”, el “mercenario”. Su propia elección de rechazar al señor Collins, aunque admirable desde una perspectiva moderna, fue social y económicamente impopular en su mundo. La señora Lucas, por ejemplo, se conformó con una “casa cómoda” casándose con él, una elección que se presenta como bastante desalentadora.
Elizabeth: Sí, la pobre Charlotte. Pero, Miss Austen, usted misma nunca se casó. Una mujer tan vivaz y popular… ¿por qué?
Jane Austen: (Pensativa) Es cierto. Aunque tuve un compromiso breve en 1802, lo rompí al día siguiente. Parecía que, aunque me agradaba el caballero, no estaba enamorada, y eso fue suficiente para hacerme dudar. Mi decisión fue notable en una época donde la amistad, el motivo económico y los lazos familiares eran tan importantes como la elección personal en el matrimonio. Además, observar las altas tasas de mortalidad de recién nacidos y mujeres durante el parto en el siglo XVIII y después, algo que afectó a las esposas de mis propios hermanos, también influyó en mi visión del matrimonio y la maternidad. Escribí a mi sobrina Fanny Knight que “Las mujeres solteras tienen una terrible propensión a ser pobres – lo cual es un argumento muy fuerte a favor del matrimonio”. Pero también le aconsejé que no se apresurara y que no se “encadenara” a un matrimonio de conveniencia si era capaz de amar de verdad. Mi estado civil probablemente hizo mi vida de escritora más fácil, aunque no hay evidencia de que renunciara deliberadamente al matrimonio para escribir.
Elizabeth: Sus novelas son tan ricas en detalles, tan enfocadas. Algunos críticos las han descrito como “minuciosas” o pintadas en “un pedacito —dos pulgadas— de marfil”.
Jane Austen: (Cita una carta) “¿Qué haría yo con sus bocetos fuertes, viriles, llenos de espíritu, llenos de variedad y brillo? ¿Cómo podría yo unirlos al pequeño trozo (dos pulgadas de ancho) de marfil en el que trabajo con un pincel tan fino, que produce poco efecto después de mucho trabajo?”. Eso es lo que dije a mi sobrino James Edward Austen. Otros, como E. M. Forster, han argumentado que soy miniaturista pero nunca bidimensional, y que mis personajes son redondos.
Elizabeth: Ciertamente, me siento… bastante redonda, si me permite decirlo. ¿Fue difícil encontrar un editor para su trabajo?
Jane Austen: Mi padre intentó por primera vez que se publicara una versión temprana de Orgullo y Prejuicio, titulada Primeras Impresiones, en 1797, pero fue rechazada. El manuscrito fue guardado y revisado en 1812, cambiando el título a Orgullo y Prejuicio. Fue publicado en 1813, después de que mi primera novela publicada, Sensatez y Sentimiento (originalmente Elinor y Marianne), tuviera éxito. Orgullo y Prejuicio se publicó de forma anónima, como era común para muchas escritoras. La identidad de la autora generó especulación entre los lectores.
Elizabeth: ¡Imagino la emoción! Sus personajes se sienten tan reales. ¿Es eso lo que cree que atrae a los lectores?
Jane Austen: Creo que mi habilidad para crear personajes singulares que perduran en la imaginación, mi sentido de la ironía y el ingenio, mis diálogos, tan reales, y mis tramas cuidadosamente tejidas contribuyen a su atractivo duradero. También, y quizás sobre todo en Orgullo y Prejuicio, apelo a la nostalgia de los lectores modernos por un mundo de estabilidad social, moral y económica, pero donde los personajes son libres de tomar sus propias decisiones y perseguir los deseos de su corazón. Y, por supuesto, la felicidad de mis personajes principales al final de la novela tiene su propio atractivo.
Elizabeth: Miss Austen, ha sido una conversación fascinante. Ha arrojado mucha luz sobre mi propio mundo y su creación. ¡Gracias!
Jane Austen: El placer ha sido mío, Elizabeth. Usted es, después de todo, una criatura tan encantadora como jamás apareció impresa.
*Esta entrevista imaginaria fue escrita con la colaboración de un sistema de IA al que se le proporcionó información sobre Jane Austen y Orgullo y prejuicio.
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