La escritora Helena Janeczek, nacida en Alemania pero italiana por su idioma literario, presentó en Buenos Aires “La chica de la Leica” (Tusquets), su más reciente y exitosa novela, que revive la mítica -pero aún en sombras- figura de la fotógrafa Gerda Taro. Nacida como Gerta Pohorylle en el seno de una familia judía polaca, Gerda Taro creó junto con su colega y pareja Endre Friedmann la figura del fotorreportero Robert Capa, una identidad inventada con la que firmaban en forma indistinta las fotos de ambos, que así resultaban más fáciles de vender -y a mejor precio- por ser supuestamente de un prestigioso fotógrafo estadounidense. Después de documentar minuciosamente diferentes episodios de la Guerra Civil Española, Gerda murió en 1937 -cuando solo tenía 26 años- en un accidente con un tanque del ejército republicano.
Desde entonces, solo Friedmann fue Robert Capa, que oscureció involuntariamente la figura de la pionera fotógrafa.
“La conocí gracias a una exposición en Milán en 2009, que visité cuando estaba escribiendo mi novela anterior, Las golondrinas de Montecassino, sobre la batalla de Montecassino (en el sur de Italia en 1944, NDR). Robert Capa fue fotógrafo con las tropas norteamericanas y quería ver esas fotos en la exposición pero no las tenían, tenían las más famosas de la Guerra Civil Española, expuestas junto a la primera retrospectiva de obras de Gerda Taro”, evocó Janeczek con ANSA, durante su paso por la Argentina para participar en el Festival Literario de Buenos Aires (Filba).
“Salí fascinada por ella; compré el catálogo y luego una biografía. Mi primera intención fue escribir sobre una mujer que decidió tener la experiencia directa de la guerra para contarla, me fascinó el interrogante de lo que pasa con las mujeres cuando están en contacto directo con la guerra. Otro motivo es que ella salió de un ambiente familiar más o menos cercano al mío, pero antes de la Segunda Guerra Mundial, cuya dimensión lo cambia todo”, agregó.
Pero aunque hay un punto de identificación con el ambiente familiar, no se extiende al carácter de Taro, “especialmente no a la misma edad”, subrayó la escritora, que reside en Milán y escribe en italiano desde hace más de 25 años. Janeczek, que habla además español y alemán, comparte con la fotógrafa que eligió como protagonista de su novela la capacidad de expresarse prácticamente en las mismas lenguas. La intención de Janeczek fue “no solamente contar la historia de una mujer que fue fotógrafa, sino mantener un diálogo entre el lenguaje de la fotografía -en particular del fotorreportaje- y el idioma de la literatura, de la narración con palabras”. “Porque las fotos, incluso las fotos que tienen un lado narrativo, necesitan de las palabras para completarse. Y esta relación es fundamental, aunque puede ser muy engañosa: porque los epígrafes diseñan el contexto, pero al fin y al cabo aunque las fotografías tengan un impacto muy directo nunca son unívocas”.
Frente a la duplicidad del personaje de Capa, Janeczek intenta “desde las primeras páginas presentarlos a los dos a través de fotografías casi idénticas tomadas por ella y por él donde se revela sin embargo una mirada diferente. Las fotografías del mismo tema tomadas por los dos muestran sus diferentes sensibilidades: las fotos de Capa son más emocionales que las de Gerda, que tiene una mirada más clásica en la composición y la estética”. A modo de ejemplo, la escritora recuerda la foto de un grupo de refugiados de Almería que huyeron de Málaga durante la guerra española: “Ella fotografía a todo un grupo de familiares en la calle, es una foto muy linda, como una pintura de Caravaggio; hay una que muchos periódicos publicaron porque da una impresión precisa de esta gente en la calle, con viejos, mujeres y niños”.
“Al mismo tiempo Capa captura a una niña que está llorando y se agarra de la falda de su madre, o su abuela, que también tiene una expresión desesperada. Es una foto más emocional, más próxima al sujeto, mientras la de Gerda representa perfectamente de forma más definida todo el grupo y la situación”.
A la hora de elegir la voz de su personaje, Janeczek excluyó la primera persona porque aunque su “chica de la Leica” fuera muy inteligente e intuitiva, “normalmente los personajes que uno usa en primera persona tienen un aspecto autorreflexivo y esto no es propio de ella; es normal del fotorreportero que debe tener una mirada hacia el exterior”.
Por otra parte, la escritora niega haber querido contar la historia de Gerda Taro como la de una precursora del feminismo: “Lo que sí creo que es algo del feminismo que me pertenece es liberar de los estereotipos una figura de mujer, restituir la complejidad de una figura femenina. Y recordar también que en aquellos años tan lejanos había mujeres que querían ser emancipadas, libres y autónomas: al final y al cabo este es un libro que recompone el perfil de una generación”.
Fuente: www.ansalatina.com
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