Bioy y Estela Canto

31 de enero de 1976

“Estela Canto me contó que, en el Uruguay, las personas más humildes, cuando hablan de nosotros los argentinos, dicen: «Pobre gente».
Silvina Bullrich, con quien almorzó los otros días, le dijo: «Te conviene que te vean conmigo».
Después de un incendio en el bosque de Punta del Este, el marido de Estela pisó un lugar donde la capa sobre la tierra es delgada y hundió un pie en el fuego. Todas las mujeres (Silvina Bullrich, la mucama y alguna otra) le dijeron a Estela: «Menos mal que no se quemó las partes». Estela contó la salida al marido; éste comentó: «Piensan en la parte que usan; el resto no les importa que se achicharre».
Hay que ser muy mal director (¿hay que ser director argentino?) para fracasar en las escenas de cuerpo entero; hay que ser muy bueno para triunfar en los largos primeros planos de una cara que monologa.”

(Adolfo Bioy Casares. Descanso de caminantes. Diarios íntimos. Sudamericana)

Cesare Pavese y la tragedia griega

Tendencialmente. En la tragedia griega los personajes nunca se hablan entre sí, hablan a confidentes, al coro, a ajenos. Es representación en la medida en que cada cual expone su caso al público. El personaje jamás se rebaja a diálogos con otros, sino que es como es, estatuario, inmutable.

Las muertes se producen fuera del escenario, y se oyen sus gritos, sus exhortaciones, sus palabras. Llega el mensajero y cuenta los hechos. El acontecimiento se resuelve en palabras, en exposición. No diálogo. La tragedia no es diálogo sino exposición a un público ideal, el coro. Con él se efectúa el verdadero diálogo.

[De ahí la pobreza de la tragedia clasicista (francesa, Alfieri) que, conservando el estilo, la ausencia de hechos y la exposición de la griega, carece de coro, es decir, del segundo personaje que hace frente a ese otro único, que es la suma de los otros personajes].

(Cesare Pavese. El oficio de vivir. El oficio de los poetas. Bruguera-Alfaguara)

 

Cesare Pavese: «¿Eres feliz?»

1 de enero de 1946

También este acabó. Las colinas, Turín, Roma. Quemé cuatro mujeres, publiqué un libro, escribí hermosas poesías, descubrí una nueva forma que sintetiza muchos filones (el diálogo de Circe). ¿Eres feliz? Sí, eres feliz. Tienes la fuerza, tienes el genio, tienes quehacer. Estás solo. Has rozado dos veces el suicidio este año. Todos te admiran, te felicitan, te bailan el agua. ¿Y qué? Nunca has luchado, recuérdalo. Nunca lucharás. ¿Le importas algo a alguien?

6 de enero

Los dioses para ti son los otros; los individuos autosuficientes y soberanos, vistos desde afuera.

12 de enero

En la tragedia griega no hay malvados: no se esclarece una responsabilidad, se constata un hecho – un destino.

(Cesare Pavese. El oficio de vivir. El oficio de poeta. Bruguera-Alfaguara)

Un sueño de Luis Oyarzún

Constitución, 13 de enero

Despertar con algazaras de gansos en la ventana, bajo un cielo nublado de costa. Mauricio trabaja toda la mañana reparando su velero, en la orilla de la isla.

Un sueño erótico de ciencia ficción. Hay en la pared un mapa que permite elegir entre varias posibilidades de amor, entre varios caminos. Se aprieta un botón y de pronto se materializa una persona. Siento en la penumbra de la sala el contacto de un cuerpo desnudo que me abraza, en actitud de posesión y de entrega. Su cuerpo está desprovisto de vellos. Las axilas parecen afeitadas, lo que me sugiere que este ser llega de Ultratumba: es un ánima que vuelve del Purgatorio- ¿o del Infierno?, o del cielo- a revivir entre mis brazos. Es un ser real, tan real, tan real como yo mismo. Me pregunto: ¿de dónde viene? ¿Será en verdad un joven difunto? ¿O habrá sido creado sólo por mi deseo que opera en la máquina en complicidad con el éter? ¿Vivirá sólo estos instantes de efusión conmigo? ¿Podré retenerlo? ¿Podrá volver? ¿O vendrán siempre otros distintos, cada vez que apriete el botón conmutador?

Y, si no existió él ya antes, ¿existirá quién sabe después? ¿En este mundo? Lo único menos incierto es que ahora estamos juntos. Toco su cuerpo depilado e incitante. Una onda fosfórica nos une, pero hay una insignificante ruptura en la cáscara de huevo de mi sueño, y yo sé, yo sé que ni siquiera este abrazo es real y que entre este huésped enlazado a mí y yo mismo, hay una sima infranqueable: yo estoy soñando y él también sueña, es un sueño. Yo sueño. Yo, sueño.

(Luis Oyarzún. Diario íntimo. Universidad de Chile)

Cohetes III* (La voluptuosidad del mal)

Creo que he escrito ya en mis notas que el amor se asemejaba mucho a una tortura o a una operación quirúrgica. Pero esta idea se puede desarrollar de la manera más amarga. Aun cuando ambos amantes estén muy enamorados y muy llenos de deseos recíprocos, uno de los dos estará siempre más tranquilo o menos poseído que el otro. Este, o aquélla, es el operador, o el verdugo, el otro el sujeto, la víctima […] La embriaguez, el delirio, el opio en sus más furiosos aspectos, no os darán por cierto tan espantoso ni tan curiosos ejemplos. Y el rostro humano que Ovidio creía formado para reflejar los astros, helo ahí que sólo habla por medio de una expresión de loca ferocidad, o que se sosiega en una especie de muerte. Porque, en verdad, creería cometer un sacrilegio aplicando la palabra éxtasis a ese género de descomposición. ¡Espantable juego, en el que es menester que uno de los jugadores pierda el dominio de sí mismo! Una vez preguntaron, delante de mí, en qué consistía el más grande placer del amor. Alguien respondió, naturalmente «en recibir» y otro «en entregarse». Este decía «¡Placer de orgullo!» y aquél «¡Voluptuosidad de humillación!”. Todos esos indecentes hablaban como la Imitación de Jesucristo.
Por fin apareció un impudente utopista, quien afirmó que el más grande placer del amor consistía en engendrar ciudadanos para la patria. Pero yo digo: la única y suprema voluptuosidad del amor reside en la certidumbre de hacer el mal. Y el hombre y la mujer saben, desde que nacen, que toda voluptuosidad se halla en el mal.

*El título fue tomado de un texto de E.A.Poe.

Charles Baudelaire. Diarios Íntimos (Aguilar).

¿Cómo nació la editorial Feltrinelli?

Giangiacomo_Feltrinelli

Carlo Feltrinelli, hijo del fundador de una de las editoriales más prestigiosas de Italia, largamente identificada con el Partido Comunista Italiano, lo recuerda así en algunos párrafos de Senior Service. Biografía de un editor, donde traza el retrato de su padre. 

«A última hora de la tarde del sábado 18 de junio de 1955, cuatro jóvenes y una chica se reúnen a pocos pasos de la Piazza della Sala, en un bar de Via Manzoni. Uno de ellos es editor y cumple 29 años esa misma noche. Los otros tres jóvenes son redactores que trabajan para él , y la chica es la voluntariosa secretaria, intérprete, cajera y telefonista, que se pasea siempre con la máquina de estenotipia, tan cara como superflua, recién traída de Estados Unidos, bajo el brazo. El pequeño grupo decide hacer un brindis: «¡Por los primeros libros de la editorial!».

Los dos volúmenes recién salidos de la imprenta son El flagelo de la esvástica, de Lord Russell de Liverpool (traducido por un miembro del departamento de edición, un tal Luciano Bianciardi), y la Autobiografía de Jawaharlal Nehru. (…)

Los que están en el bar de Via Manzoni saben muy bien que eso es sólo el comienzo, que las dificultades vendrán ahora, que el mundo puede imprimir dos libros, pero que después hay que tener ideas y medios para seguir, y también suerte. Con la suerte no basta flirtear.

Todos, editor incluido, han trabajado antes en otro proyecto común: la «Universale Economica del Canguro», una colección de libros de bolsillo de bajo costo y precio económico (100 liras) iniciada en los primeros años de la posguerra, en 1949 para ser exactos, por un diario de la tarde, el Milano Sera, establecido en los muy fascistas antiguos locales de la publicación Popolo d’Italia. (…) El primer impacto de la «Universale Economica del Canguro» es notable: los lectores responden favorablemente, se hacen tiradas de hasta 35.000 ejemplares. El ritmo de las publicaciones impone enseguida un ritmo de trabajo regular, con un nombre y una razón social: Cooperativa del Libro Popolare: se la conoce como «Colip», todo el mundo la llama así. (…) Entre los miembros de la nueva editorial está un jovencísimo Giangiacomo Feltrinelli, ya apasionado por el papel impreso. Su presencia en la cooperativa, al principio como simple socio financiero, se transforma enseguida en una participación más amplia, sobre todo cuando las cosas toman un cariz menos favorable. De hecho, después del entusiasmo inicial, se dan cuenta de que algo no funciona. Los libreros ganan poco con los títulos de la Universale, el precio es demasiado bajo. Las ventas caen en picado en pocos meses. La situación parece empeorar peligrosamente hasta que, in extremis, se solicita la intervención de mi padre para evitar lo peor; de este modo se vio directamente implicado en la gestión. Estamos a finales de 1950. (…)

A comienzos de 1954, tras llegar con mucho esfuerzo a la meta de los doscientos títulos, la colección «Universale Economica del Canguro» da un salto todavía mayor: suspende las publicaciones y nace la empresa Giangiacomo Feltrinelli Editore.